En la búsqueda constante de una sociedad más inclusiva, Chile en el año 2017 promulgó la Ley de Inclusión Laboral (Ley 21.015), un paso crucial hacia la igualdad de oportunidades para las personas  con discapacidad. Sin embargo, los números que entrega la Dirección del Trabajo revelan una realidad preocupante: hasta mayo de 2023, sólo el 45.8% de los contratos de personas con discapacidad bajo esta ley están activos. Entonces  ¿Por qué, a pesar de las sanciones previstas, algunas empresas persisten en incumplir, o hacen lo  mínimo indispensable? 

Los datos son claros. De las 15,791 empresas en el sector privado obligadas a cumplir con la Ley de inclusión, solo el 23% informa medidas de cumplimiento. Esto plantea preguntas sobre la  conciencia y la responsabilidad empresarial. La tendencia a la baja en los contratos activos, de 121,197 a 55,526, pone de manifiesto la necesidad urgente de abordar los desafíos persistentes en  la inclusión laboral. 

Algunas empresas, a pesar de las sanciones previstas en la ley, continúan ignorando las obligaciones de inclusión. Este comportamiento no solo perpetúa la discriminación, sino que también socava los esfuerzos para construir una sociedad más justa. Es imperativo que las empresas  asuman su responsabilidad y adopten prácticas genuinas de inclusión. 

El empleo no es solo un contrato; es una puerta hacia una vida más plena. Historias de éxito demuestran cómo la inclusión laboral transforma vidas, no sólo brindando la tan ansiada estabilidad financiera, sino también fortaleciendo la autoestima y la participación activa en la sociedad. El  verdadero cambio comienza cuando las empresas van más allá de cumplir con la ley y abrazan la inclusión como un valor central. 

Permítanme compartir una historia que encapsula la esencia de la inclusión laboral y su poder de cambiar las cosas. Imaginen a Marta, una mujer con discapacidad que, durante años, se encontró marginada por las puertas cerradas del empleo. Sin embargo, cuando finalmente tuvo la oportunidad de trabajar en un entorno que la valoraba por sus habilidades y contribuciones, algo mágico sucedió. 

El simple acto de conseguir empleo no solo le proporcionó estabilidad financiera a Marta, sino que  le otorgó algo mucho más valioso: un sentido renovado de propósito y pertenencia. Su autoestima floreció, y con cada día en el trabajo, desafió las expectativas impuestas por la sociedad. Se convirtió en un testimonio viviente de la verdad incuestionable: el empleo no es solo una fuente de ingresos;  es un catalizador para el desarrollo personal y de realización. 

Bien sabido es que el trabajo es un derecho humano fundamental, y ver a individuos como Marta alcanzar su pleno potencial nos recuerda que la inclusión laboral no solo es una necesidad económica, sino un acto de justicia social. Cada vez que una persona en situación de discapacidad  encuentra trabajo, estamos presenciando un paso más hacia una sociedad que reconoce y valora la diversidad como una fortaleza. 

Es crucial recordar que el trabajo no solo dignifica, sino que también empodera. Cuando se brinda la oportunidad adecuada, las personas con discapacidad no solo contribuyen al entorno laboral, sino  que florecen como individuos completos, desafiando las expectativas y despejando el camino para  las generaciones venideras. Al reconocer el trabajo como un derecho humano, estamos construyendo un mundo donde todos tienen la oportunidad de alcanzar sus metas, independientemente de las barreras que puedan enfrentar. 

La inclusión laboral no es solo un requisito legal, sino un imperativo ético y social. Al exigir a las  empresas que vayan más allá del cumplimiento mínimo, estamos construyendo un futuro más equitativo. Es hora de cambiar percepciones, superar estigmas y trabajar juntos para crear entornos laborales verdaderamente inclusivos. La calidad de vida de las personas con discapacidad está en juego, y la responsabilidad recae no solo en el Estado, sino también en todos nosotros. 

Nada sucede hasta que algo se mueve dijo Albert Einstein. Suena cliché, pero hay que abrazar la  inclusión laboral como una causa colectiva, dar ese impulso, porque es transformar la sociedad y construir un futuro donde la diversidad sea celebrada y cada individuo tenga la oportunidad de alcanzar su máximo potencial. 

 

DIEGO SÁNCHEZ LEONARDI
Abogado
Asesor Jurídico en Fundación Wazu