a Fundación Masnatur lleva dos décadas ofreciendo actividades de ocio inclusivo, excursiones de fin de semana y campamentos a jóvenes con parálisis cerebral y otras discapacidades

Todos los fines de semana, la Fundación Masnatur lleva el ocio a niños y adultos que, de otro modo, no podrían disfrutar de una pandilla de amigos. Entre los jóvenes, de seis a 30 años, el 80% tiene discapacidad física, principalmente parálisis cerebral, y el 20% otras discapacidades. Pero esto no les impide hacer talleres de cocina y máscaras venecianas, salidas los fines de semana o campamentos durante las vacaciones. Los más mayores realizan salidas una vez al mes con un grupo de 25 personas, también con discapacidad física.

«Movemos muchas sillas de ruedas», cuenta Alicia Villalba, coordinadora del departamento de voluntariado de Masnatur. «Cuando comenzamos», en 1997, «había mucha demanda de personas con movilidad reducida o discapacidad que, en su tiempo libre, necesitan a alguien que los acompañe. La familia se tiene que ocupar de otros quehaceres o del resto de los familiares, y en esa época no había entidades dedicadas al ocio para personas con discapacidad», señala.

Es el caso de Víctor, de 14 años y con parálisis cerebral, que según cuenta su padre, Adolfo Aparicio, comenzó a acudir a Masnatur a los seis años. «En la sociedad, para este tipo de chavales el ocio parece algo secundario, pero en realidad es fundamental. Todos tenemos tres patas: la familia, el trabajo o, en su caso, el colegio y los amigos. A estos chavales les faltaba la última pata», explica mientras su hijo se divierte, junto a una treintena de personas, en la XVI Jornada Solidaria y de Sensibilización hacia las personas con discapacidad organizada por esta fundación en el Templo de Debod. Y acompaña la rítmica charanga ofrecida por un grupo circense que, de manera voluntaria, continúa el show con malabares, payasos y acrobacias.

«A veces, las familias nos volvemos muy sobreprotectoras y la primera vez que dejamos que el crío salga por ahí a dormir, los padres no duermen», reconoce Adolfo con una sonrisa. «Se te ocurren mil cosas, pero ellos experimentan algo muy diferente porque no están bajo el ala protectora de papá y mamá y eso es fundamental para su crecimiento». Alejandro, hermano gemelo de Víctor, da la razón a su padre diciendo: «No le gusta estar en casa todo el día, le gusta el aire libre, salir y aquí tiene a sus amigos», entre los que se encuentran tanto los voluntarios de la fundación como otros beneficiarios.

«No es casualidad que muchos estén en edad preadolescente y en adelante: necesitan su propio espacio, como cualquier otro chaval normalizado», afirma Villalba. Como Raquel, de 23 años y también con parálisis cerebral. «Le gusta la música, bailar y todo lo que sea fiesta y salir con los amigos», afirma su madre, María Dolores Agudo. Y sobre este programa de ocio inclusivo, desarrollado en colaboración con la Obra Social la Caixa, apunta: «Le da autonomía y vuelve contenta, cansada y desfogada».

Más de 100 jóvenes y aproximadamente 40 adultos disfrutan de las diferentes actividades de ocio inclusivo de Masnatur, posibles gracias a sus más de 200 voluntarios. «Como cada vez tenemos más beneficiarios y la mayoría son grandes dependientes con poca autonomía, necesitamos muchos voluntarios. La ratio es de uno a uno, pero somos muy flexibles y cada uno colabora cuando puede», señala Villalba, que más allá del acompañamiento o la atención directa, destaca también la labor de profesionales que realizan talleres especializados de teatro, música o terapia con animales.

Partiendo del ocio como una experiencia humana integral y un derecho fundamental de toda persona, Villalba concluye: «El ocio va unido a la educación no formal, al desarrollo de habilidades sociales y, sobre todo, nos enseñan que las barreras o los límites de la discapacidad los pone el resto de la sociedad: ellos no las viven».

 

Fuente: El Mundo