Mi nombre es Olan y soy parte del equipo de beneficios de Fundación Wazú, donde entregamos apoyo –entre otras cosas- en la obtención de la credencial de discapacidad, instrumento que acredita la condición que tiene una persona, ya sea física, sensorial, intelectual, visceral o mental psíquica.
Mediante las entrevistas me he encontrado con varias historias de vida, que me van relatando mediante les realizo el Informe de Redes de Apoyo, exigido por COMPIN, de cómo ven y cómo sienten su condición, muchas veces con temor, y ansiedad del proceso al ser desconocido, convirtiéndose en un intercambio de experiencias, porque no solo estoy desde mi función de trabajadora social, sino también siendo una persona en situación de discapacidad al igual que mis colegas de Fundación Wazú.
Las historias detrás de cada Credencial de Discapacidad son muy diversas, pero con algunos puntos en común. Un ejemplo de ello es el temor a la “etiqueta”; personas que califican dentro de una discapacidad pero que aún no están preparadas, debiendo tomar su tiempo para procesar y canalizar la información referente a su diagnóstico clínico, siendo el mayor obstáculo el miedo al castigo de la sociedad y la discriminación.
En una ocasión asesoré a una profesional de la salud que a su vez ejercía como profesora. Su diagnóstico calificaba dentro del Espectro Autista. El principal miedo de esta mujer con este “nuevo” diagnóstico era que la credencial afectara en su desarrollo profesional, pudiendo ser discriminada por eso y lo peor: no poder ejercer.
Cada uno de los temores y dudas que existen en quienes pasan este proceso son totalmente válidos, porque yo también lo viví. Hace ocho años, para ser exacta, repentinamente mi vida cambió: un accidente automovilístico me ocasionó una lesión medular T9 con un diagnóstico de Paraplejia. Irreversible.
Mientras iba pasando el tiempo no entendía cómo referirme a mí misma; Capacidades Diferentes, Condición o situación de Discapacidad, todo eso me dejaba más confundida, pero con el apoyo de mi familia y terapeutas que en un comienzo me enseñaron, llegué a ser lo más autovalente posible.
Actualmente de igual manera necesito ayuda complementaria, en este caso de mi marido que es mi apoyo, al comenzar mi día y al terminarlo; mi silla de ruedas para mi autovalencia, y mis hijos que son mi fuerza.
Como se pueden dar cuenta aquí hay una triangulación entre las redes familiares, institucionales y ayudas técnicas. Solo debemos conocer nuestra discapacidad y saber articular nuestros apoyos sin temerle a la palabra DISCAPACIDAD. Podemos tener una vida absolutamente convencional y claro que necesitamos la ayuda de otras personas, pero ¿quién no la necesita?
Es importante tener presente que la acreditación no solo es un beneficio personal, pudiendo tener acceso laboral tanto público como privado según la ley 21.015 (y si ya estás trabajando, la empresa también se puede ver beneficiada y no te puede despedir por ese motivo), optar a Ayudas Técnicas de SENADIS, obtener becas, acceder a subsidios, entre otros; sino también comunitario, ya que al visibilizarnos como personas con discapacidad podemos influir en la realización de políticas públicas inclusivas, encaminando así a un Acceso Universal y ser agentes de cambios sociales en temas de discapacidad e inclusión.
OLAN PAREDES JOO
Trabajadora Social
Área de Beneficios
Fundación Wazu.
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