Las deficiencias y ventajas que tienen las ciudades más inteligentes de Latinoamérica reveladas a Publimetro por sus propios usuarios
De acuerdo a cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) alrededor de 15% de la población mundial (más de mil millones de personas) vive con algún tipo de discapacidad y en América Latina corresponden a 12,4% de la población, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
“Una buena accesibilidad es aquella que pasa desapercibida a los usuarios. Esta ‘accesibilidad desapercibida’ implica algo más que ofrecer una alternativa al peldaño de acceso: busca un diseño equivalente para todos, cómodo, estético y seguro”, explica el Manual de Accesibilidad Universal de la Corporación Ciudad Accesible.
“Latinoamérica es un concierto surgente en este tema, hay países que marcan mucho la diferencia como Chile mismo y Colombia (…), ciudades específicamente como Medellín o Santiago que están trabajando más fuerte en lo que es América Latina. Pero en sí, en el concierto general está muy rezagada a nivel de adecuaciones para personas con discapacidad”, explica Nicolás Li Calzi, director de proyecto de BAU Accesibilidad, empresa de soluciones arquitectónicas que tiene certificación B, otorgada a empresas que influyen positivamente en su entorno.
La capital argentina se posiciona como la más inteligente de América Latina, entre las que también se encuentra Santiago, Ciudad de México, Medellín y Montevideo, según el índice Cities in Motion 2017. Publimetro habló con algunas de las personas con discapacidad que han vivido la experiencia de transitar en estas ciudades.
Argentina
“Cuando salía sola ahí sí que tenía que salir un montón de tiempo antes, porque en la capital misma, en el centro cerca del puerto, las calles tienen mucha inclinación”, cuenta Bettina González (28), diseñadora gráfica y seleccionada chilena de surf adaptado, respecto a su vida en Buenos Aires durante el 2016.
Existen las políticas de acceso, pero falta mucha fiscalización para que realmente la ciudad sea funcional”, cuenta Bettina.
Hace unos días el ministro de Medio Ambiente y Espacio Público argentino, Eduardo Macchiavelli, informó que en la capital trasandina han construido “más de 15 mil rampas de un plan total de 19.860”. Sin embrago, Bettina, a quien un accidente en tela acrobática le provocó a sus 18 años una paraplejia, cuenta que “existen las políticas de acceso, pero falta mucha fiscalización para que realmente la ciudad sea funcional”. Rampas con pendientes demasiado inclinadas, micros sin el acceso adecuado para sillas de ruedas, falta de ascensores y escaleras eléctricas en algunas estaciones del transporte subterráneo, son parte de las deficiencias que complican el transito accesible en Buenos Aires.
Argentina, Chile, Colombia y Uruguay son parte de los 101 países que han firmado la “Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad”, en el que se comprometen, entre otros punto también importantes, a adoptar “medidas pertinentes para asegurar el acceso de las personas con discapacidad, en igualdad de condiciones con las demás, al entorno físico, el transporte, la información y las comunicaciones.
Santiago
En Santiago la situación parece un poco más alentadora en cuanto al desplazamiento por las calles, pero el transporte vuelve a ser el inconveniente. “El problema del metro es que no todas las estaciones tienen ascensor, entonces planificar el viaje demanda un tiempo porque tengo que averiguar si hay ascensor o no ascensor, tengo que averiguar que micros pasan por esos lugares, si esas micros tienen rampa”, señala Bettina.
Para las personas ciegas o con visión reducida las texturas, sonidos y colores (en el último caso) son fundamentales al momento de desplazarse.
“Hay partes y partes. Donde yo vivo están súper malas las calles (…), pero en otras partes en el sector oriente están súper buenas las calles y tienen hasta la línea adecuada táctil (…). En otros lados no tienen línea adecuada táctil, que es la línea donde el bastón se desplaza, y las calles están rotas y la mayoría no tiene rampa”, dice Estefani Leiva (22), chilena y estudiante de psicología, sobre Santiago.
Estefani relata que su visión reducida no le ha impedido moverse sola por la ciudad como cualquier mortal y que las aplicaciones móviles han sido sus aliadas. “Para llegar a una dirección yo busco, como todas las personas, en internet como poder llegar o si no conozco pregunto”, apunta.
Montevideo
En Montevideo “las calles están siendo más accesibles hace algunos años (…). Pero falta muchísimo, en rampas y demás es lo más avanzado, pero falta pavimento táctil para las personas ciegas, por ejemplo, casi que no contamos con semáforos con sonido para que las personas ciegas sepan cuando cruzar la calle”, revela Fiorella Buzeta (26), estudiante de comunicación publicitaria, que hace 13 años tuvo un accidente por herida de bala que la dejó en silla de ruedas y que ahora es militante de distintos grupos que reivindican y luchan por los derechos de las personas con discapacidad.
En este contexto, hace unos días, la intendencia de Montevideo presentó el Primer Plan de Accesibilidad para la Inclusión que entre sus ejes busca “propender a la eliminación de obstáculos y barreras de los entornos físicos urbanos, en el transporte, en la Información y Comunicaciones, incluyendo la movilidad personal”.
Medellín
De acuerdo a Jenny Acosta (32), trabajadora de una entidad financiera colombiana y estudiante de administración de empresas, desplazarse en silla de ruedas por la ciudad de Medellín es “aceptable”.
“Hay lugares que ya se han adecuado, los lugares que son nuevos, las construcciones en su mayoría cuentan con unos parámetros medianamente aceptables, es decir, porque todavía seguimos haciendo las rampas con unas inclinaciones absurdas (…). Todavía estamos en procesos de adecuaciones de algunas calles, pero digamos que el proceso de adecuación de la ciudad a mí me parece aceptable”, explica.
Un llamado a la ciudadanía
“Me toman, me mueven de cualquier parte, de donde se les ocurra, no sé qué se les pasa por la cabeza. Me toman y me tratan como si fuera un objeto”, reclama Estefani.
La mayoría de las entrevistadas coincidían en lo mismo, muchas veces la gente por ayudar pasaba por sobre la persona con discapacidad, sin preguntar, invadiendo su autonomía y espacio personal tratándolos, tal como indica la chilena de 22 años, “como si fuera un objeto”.
Lo que hacemos es hacer cosas que las personas sin discapacidad creen que nosotros necesitamos, pero cuando nosotros lo vamos a usar decimos no era así”, indica Jenny.
Sin embargo, esta crítica no sólo va para el común de la gente en la vida cotidiana, sino que también para los organismos estatales.
“Lo que falta es incluir a las personas con discapacidad cuando se vayan a hacer adecuaciones, porque si seguimos haciendo ajustes o adecuaciones, pero no preguntamos a las personas que los van a utilizar, entonces lo que hacemos es hacer cosas que las personas sin discapacidad creen que nosotros necesitamos, pero cuando nosotros lo vamos a usar decimos no era así”, indica Jenny.
No obstante, a pesar que las grandes ciudades de los distintos países comiencen a caminar hacia una Accesibilidad Universal, las regiones, provincias y pueblos pequeños aún se encuentran en pañales, ya que muchos inclusive no poseen ni siquiera un camino pavimentado.
Una deuda más que pendiente con las personas sordas
El diseño universal y la accesibilidad no sólo se limitan al tema arquitectónico y estructural de las ciudades. Y en este sentido con las personas con limitación auditiva y sordas los gobiernos tienen una deuda pendiente, la existencia de traductores de lenguajes de señas tanto en lugares públicos y privados.
Si bien la tecnología y las redes sociales en particular han logrado eliminar algunas limitaciones propias de la comunicación del siglo XX, cómo las llamadas telefónicas que antiguamente solo podían ser remplazadas por postales, aún falta mucho por hacer.
101 países se comprometieron a asegurar la información y las comunicaciones para personas con discapacidad ante a ONU, pero todavía la ciudadanía ve el lenguaje de señas (al igual que el código braille) como “un favor” y no como el derecho que es.
Fuente: Por Francisca Herrera Publimetro
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