Por Alejandro Wasiliew Conget
Es común escuchar que la escuela es un fiel reflejo de la sociedad. Quienes creemos en el rol transformador de la educación solemos presentar sospechas frente esta afirmación, que bien podría dar cuenta de una función meramente reproductora. Sin embargo, no deja de ser cierto que muchas de las problemáticas que viven las comunidades educativas, especialmente las asociadas a la convivencia, expresan desafíos que también experimenta la sociedad en su conjunto.
Recientemente, la pandemia del Coronavirus nos recordó que las escuelas, antes que lugares donde hacer tareas y rendir pruebas, deben ser espacios resguardados y preparados para aprender a vivir juntos. Ideal que el aislamiento social vivido por niños, niñas y jóvenes (en adelante: NNJ), aunque necesario en su momento como medida sanitaria, puso en jaque.
Adicionalmente, el regreso a la presencialidad ha enfatizado el hecho de que no basta con estar en el mismo sitio con compañeros y compañeras para el cultivo de virtudes que nutran la vida en comunidad, tales como el respeto, la empatía y la responsabilidad. Esto, más bien, se vuelve posible cuando se reconoce y se pone en valor la diferencia que necesariamente constituye a todo colectivo humano. Valoración que no tiene por fin que cada quién, distinto del otro y de la otra, habite en soledad su propia isla rodeada de un mar de tolerancia o indiferencia, sino que todos y todas nos podamos encontrar siendo quienes somos.
Bajo esta lógica, cabe preguntarse si las escuelas están siendo lugares acogedores para los NNJ autistas, de tal modo que puedan participar en el aprendizaje colectivo del vivir juntos. Es habitual —y un saludable primer paso— que directivos y docentes de instituciones educativas reconozcan una falta de capacidades para una real inclusión de estudiantes en el espectro autista. También, es frecuente la solicitud de tips para el manejo de conductas desafiantes y de orientaciones para la enseñanza disciplinar. Pero poco se aborda o se problematiza la participación de NNJ autista en las distintas instancias de la vida escolar.
Más allá de los aprendizajes disciplinares, que pueden ser promovidos desde el Programa de Integración Escolar (PIE), para muchos NNJ autistas y sus familias las escuelas especiales siguen siendo entornos más amables para la experiencia cotidiana de ser estudiante. No obstante, y sin desmerecer el valor de la educación especial, continúa siendo fundamental que las instituciones regulares se transformen en lugares adecuados tanto para el aprendizaje como para la participación del alumnado autista. Esto demanda disponibilidad para revisar y transformar la cultura, la política y las prácticas, con especial foco en las creencias que los adultos portan consciente o inconscientemente.
Si estamos de acuerdo con Humberto Maturana en que la educación es la transformación humana en la convivencia, tanto la hostilidad como la acogida tienen un efecto educativo. Ambas enseñan (en este caso a NNJ autistas) a ocupar cierta posición en el colectivo escolar y social. En el primer caso, se marca la presencia de individuos o de grupos como incómoda, indeseable; en el segundo, se reconoce su valor, brindando condiciones adecuadas. Ambas disposiciones, además, afectan a quienes no son objeto directo de estas (en este caso, personas no autistas), ya que también les enseñan una forma de relación o les privan de la posibilidad de aprender a convivir.
Entonces, si la escuela trata, antes que todo, de aprender a vivir juntos, generemos las condiciones para ello. En Fundación Wazú, con la intención de aportar un granito de arena, acabamos de publicar y compartir de forma gratuita una guía breve titulada El autismo en la escuela desde una perspectiva de aceptación y valoración. Es, en parte, una invitación a que construyamos escuelas que no sean un mero reflejo de la sociedad. A que transformemos las escuelas para que la sociedad sea un reflejo de dichas transformaciones.
Puedes descargar la guía El autismo en la escuela desde una perspectiva de aceptación y valoración haciendo clic aquí.
Imagen: Cornelia Li
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